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Niños con barco en una playa de Nápoles es una de las obras más emblemáticas de Galofré, con una composición monumental y de una calidad técnica sorprendente por la extrema minuciosidad de todos los detalles. Considerado como un digno discípulo de Fortuny por la crítica nacional del momento, el pintor llega becado a Roma en 1874, el año de la muerte del genial pintor. Seguirá sus pasos artísticos y se decantará por los temas que tanto gustaron a su maestro, en concreto por los niños tumbados al sol en las playas napolitanas. La pericia técnica del dibujo, la perfecta ambientación, el manejo de la luz y el color en un caluroso día de verano, embriagan los sentidos del espectador, creando con un estilo muy personal una visión amable y festiva de la vida.