Lot Essay
Femmes aux boîtes de sardines, una sobrecogedora composición en la que se superponen alargadas y carnosas formas, fue realizada en 1937. En muchos aspectos similar a las pinturas de De Chirico, esta obra resulta enigmática y sensual, de una rareza profundamente surrealista, muy al estilo de Óscar Domínguez. Los cuerpos elegantes y esculturales de las mujeres parecen entremezclarse los unos con los otros, adornados por elementos de metal que llegan, incluso, a hincarse en sus pieles. Esta iconografía es habitual en el trabajo del artista canario, a veces en forma de objetos surrealistas, otras componiendo sus paisajes o, como en esta obra, envolviendo cuerpos humanos.
El peculiar universo de Domínguez es el resultado de una mezcla de recursos plásticos en los que se unen los sueños, el automatismo y toda una serie de misteriosas imágenes que forman parte de su léxico personal (fue el inventor del proceso de calcomanía, que fascinó a sus compañeros surrealistas).
En cierto sentido, Femmes aux boîtes de sardines sería una metáfora acerca de la visión cósmica del Surrealismo, como si Domínguez nos diese la posibilidad de eliminar el velo oculto que nos impide alcanzar la verdadera comprensión del mundo. Muestra la existencia de una dimensión de la realidad subyacente que está a la espera de que nuestra atenta mirada la descubra.
Estos cuerpos semidesollados y, sin embargo, enormemente sensuales, son fruto de la original imaginación de Domínguez, que mezcla erotismo y violencia sin prejuicios. El artista presenta a estas imponentes mujeres como si fueran sobrehumanas, amazonas inmortales y, sin embargo, crudamente sometidas (?la intención es idolatrarlas o convertirlas en meros objetos de deseo?). La ambigüedad de la composición y la construcción de las figuras, además de la enigmática representación de la carne (los tonos rojos que cubren la figura de la derecha, ?sugieren la existencia de un vestido o aluden a la presencia de sangre?), son fiel reflejo de la compleja personalidad de Domínguez. Para él, la violencia es uno de los pilares sobre los que se sostiene nuestra existencia; su ambivalencia le resultaba fascinante y, de hecho, voluntaria o involuntariamente, le acompañó toda su vida: son de sobra conocidos sus arrebatos de furia que, dada su corpulencia, resultaban doblemente imponentes. Sentía fascinación por las armas (cuchillos, pistolas); en una ocasión, por un accidente que nunca se perdonaría, le sacó un ojo a su compañero Victor Brauner (un acto extraña y surrealistamente profético, pues el artista rumano se había representado tuerto años antes del incidente).
Su arrebatadora personalidad, voluble y agresiva, y, sin embargo, llena de encanto, le granjeó el respecto, la lealtad e, incluso, la devoción de muchos de sus colegas surrealistas, más aún a partir de 1937 -año del que data Femmes aux boîtes de sardines-, cuando cometió un intento fallido de suicidio, al pretender ahorcarse con su propia ropa, que no aguantó el peso, quedando el lamentable asunto en un gran susto.
Su arte y su complejo carácter, gobernados por el mundo de los sentidos, del éxtasis y del erotismo -de lo que Femmes aux boîtes de sardines es un extraordinario ejemplo-, convirtieron a Óscar Domínguez en una de las figuras más relevantes de la segunda generación surrealista, uno de los máximos responsables de la revitalización de un movimiento que, hasta ese momento, había perdido, en gran medida, su apabullante auge inicial.
El peculiar universo de Domínguez es el resultado de una mezcla de recursos plásticos en los que se unen los sueños, el automatismo y toda una serie de misteriosas imágenes que forman parte de su léxico personal (fue el inventor del proceso de calcomanía, que fascinó a sus compañeros surrealistas).
En cierto sentido, Femmes aux boîtes de sardines sería una metáfora acerca de la visión cósmica del Surrealismo, como si Domínguez nos diese la posibilidad de eliminar el velo oculto que nos impide alcanzar la verdadera comprensión del mundo. Muestra la existencia de una dimensión de la realidad subyacente que está a la espera de que nuestra atenta mirada la descubra.
Estos cuerpos semidesollados y, sin embargo, enormemente sensuales, son fruto de la original imaginación de Domínguez, que mezcla erotismo y violencia sin prejuicios. El artista presenta a estas imponentes mujeres como si fueran sobrehumanas, amazonas inmortales y, sin embargo, crudamente sometidas (?la intención es idolatrarlas o convertirlas en meros objetos de deseo?). La ambigüedad de la composición y la construcción de las figuras, además de la enigmática representación de la carne (los tonos rojos que cubren la figura de la derecha, ?sugieren la existencia de un vestido o aluden a la presencia de sangre?), son fiel reflejo de la compleja personalidad de Domínguez. Para él, la violencia es uno de los pilares sobre los que se sostiene nuestra existencia; su ambivalencia le resultaba fascinante y, de hecho, voluntaria o involuntariamente, le acompañó toda su vida: son de sobra conocidos sus arrebatos de furia que, dada su corpulencia, resultaban doblemente imponentes. Sentía fascinación por las armas (cuchillos, pistolas); en una ocasión, por un accidente que nunca se perdonaría, le sacó un ojo a su compañero Victor Brauner (un acto extraña y surrealistamente profético, pues el artista rumano se había representado tuerto años antes del incidente).
Su arrebatadora personalidad, voluble y agresiva, y, sin embargo, llena de encanto, le granjeó el respecto, la lealtad e, incluso, la devoción de muchos de sus colegas surrealistas, más aún a partir de 1937 -año del que data Femmes aux boîtes de sardines-, cuando cometió un intento fallido de suicidio, al pretender ahorcarse con su propia ropa, que no aguantó el peso, quedando el lamentable asunto en un gran susto.
Su arte y su complejo carácter, gobernados por el mundo de los sentidos, del éxtasis y del erotismo -de lo que Femmes aux boîtes de sardines es un extraordinario ejemplo-, convirtieron a Óscar Domínguez en una de las figuras más relevantes de la segunda generación surrealista, uno de los máximos responsables de la revitalización de un movimiento que, hasta ese momento, había perdido, en gran medida, su apabullante auge inicial.